SEÑOR:
Déjame ser refugio
del alma en soledad,
del dolor pequeño
que no sabe llorar,
de las manitos vacías
que no se animan a pedir.
Déjame ser ojos
abiertos al mundo
para que pueda con
aciertos mostrar.
Déjame ser siempre
maestra como la primera vez,
aun cuando los
años cansados quieran descansar.
Déjame seguir
dudando de mis certezas
para seguir
buscando la verdad.
Déjame seguir
siendo maestra como la primera vez,
mantener la
esencia firme y la sonrisa también,
sorprenderme,
emocionarme y saber callar.
Que mi cuerpo, mi
mente y mi corazón
sepan contener,
acompañar y sostener.
Déjame ser siempre
maestra como la primera vez,
aunque la piel
pierda lozanía y la voz fuerza,
aunque la memoria
arrugada por los años
a veces dormida decida
quedar.
SEÑOR:
Gracias por la
palabra y el amor
que grabaste en mi
corazón para ser semilla.
Gracias por el
tiempo, el aire y la luz,
por los caminos
distintos que pude conocer
que señalaron mi simple
humanidad y mis límites,
porque me dieron
fuerzas para saber luchar.
Gracias por la
esperanza y la fe que fortalecen
la convicción de creer,
para hacer sin esperar.
Gracias por
dejarme ser siempre maestra
como aquella
lejana primera vez,
por la confianza
que a pesar de mis flaquezas
cada amanecer
renuevas en mí.
Nilda Beatriz Sena
Diciembre 2017
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