sábado, 18 de julio de 2015

El valor de las palabras

“Cada palabra lleva en sí, el nexo con otras mil que se relacionan estrechamente a su naturaleza esencial”  Antístenes.

Tropecé con las palabras y caí.
Naturalmente que esto en un sentido puramente metafórico.
Entonces el maestro que lo era en el inefable campo de la sabiduría, en donde al que tropieza se le enseña a no desmayar ante las dificultades que parecen insalvables, me dijo:
No enristres palabras que no se relacionen con una idea. Si no tienes la idea, no molestes a las palabras. Respétalas. No están en el idioma porque sí. Cada una es un algo definido en apariencia pero indefinible en el fondo.
Los que juegan con las palabras – prosiguió diciendo – son los que nunca crearan con ellas nada perdurable. Toma una palabra cualquiera. Elígela y dímela.
Y he  aquí un dialogo aleccionador:
_Bien; elijo ladrillo – dije –
_¿Qué es un ladrillo? – interrogó el maestro –
_La unidad del material con el que se construyen edificios.
_No he hablado del destino del ladrillo sino de su naturaleza.
_El ladrillo es tierra mezclada con paja que el obrero ladrillero amasa.
_¿Nada más?
_Sí. El ladrillo contiene el agua que ha humedecido o empapado la mezcla la cual, puesta en moldes individuales y secados al sol, van finalmente al horno donde adquieren solidez pétrea por el calor.
_Por supuesto. También lleva aire, pues en los infinitos alveolos de esa masa debe haberlo. Si no lo hubiera en cantidad proporcional el ladrillo se desmoronaría.
_Bien: el ladrillo tiene tierra, agua, el vegetal de mezcla,  minerales que se hallan disueltos en el agua, la tierra y el aire y, en su análisis último y microscópico, átomos.
_¿Algo más?
_Por supuesto. Tiene peso, consistencia y calidad.
_¿Algo más todavía?
_Si; tiene el destino que se le asigne. Puede ser pared de un templo donde las almas se mejoran; muralla de cárcel donde el delincuente sufre castigos; habitación de hogar donde la familia se reúne en paz y amor o viaducto gigantesco para llevar agua a zonas desérticas.
_Has contestado bien. Fíjate desde hoy en adelante en que, si una sola palabra ha podido darte tanto material de observación y conocimiento; si por un simple ladrillo has recorrido aspectos infinitos de la obra del hombre sobre la tierra desde el barro hasta el átomo, ¿Qué no será si te detienes en las palabras que representan conceptos abstractos, místicos o filosóficos?. La hermandad de las palabras en las ideas del que las utiliza con fines rigurosamente honrados y útiles son como las notas que parten de centenares de instrumentos de una orquesta. Todas son distintas es cierto, pero llevan un solo fin de armonía.
Procura que ésta acompañe inalterablemente tu pensamiento y tus palabras serán ladrillos edificadores de belleza que es el premio que se le concede al que aprende a respetarlas.
                                                                                                                      Rafael Rovira Vilella
Texto extraído de página 1 de la revista “La escuela” Año 1, número 7, Corrientes, julio de 1971. La revista del docente correntino.


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