“Cada palabra lleva en
sí, el nexo con otras mil que se relacionan estrechamente a su naturaleza
esencial” Antístenes.
Tropecé con las
palabras y caí.
Naturalmente que esto
en un sentido puramente metafórico.
Entonces el maestro
que lo era en el inefable campo de la sabiduría, en donde al que tropieza se le
enseña a no desmayar ante las dificultades que parecen insalvables, me dijo:
No enristres palabras
que no se relacionen con una idea. Si no tienes la idea, no molestes a las palabras.
Respétalas. No están en el idioma porque sí. Cada una es un algo definido en
apariencia pero indefinible en el fondo.
Los que juegan con las
palabras – prosiguió diciendo – son los que nunca crearan con ellas nada
perdurable. Toma una palabra cualquiera. Elígela y dímela.
Y he aquí un dialogo aleccionador:
_Bien; elijo ladrillo
– dije –
_¿Qué es un ladrillo?
– interrogó el maestro –
_La unidad del
material con el que se construyen edificios.
_No he hablado del
destino del ladrillo sino de su naturaleza.
_El ladrillo es tierra
mezclada con paja que el obrero ladrillero amasa.
_¿Nada más?
_Sí. El ladrillo
contiene el agua que ha humedecido o empapado la mezcla la cual, puesta en
moldes individuales y secados al sol, van finalmente al horno donde adquieren
solidez pétrea por el calor.
_Por supuesto. También
lleva aire, pues en los infinitos alveolos de esa masa debe haberlo. Si no lo
hubiera en cantidad proporcional el ladrillo se desmoronaría.
_Bien: el ladrillo
tiene tierra, agua, el vegetal de mezcla, minerales que se hallan disueltos en el agua,
la tierra y el aire y, en su análisis último y microscópico, átomos.
_¿Algo más?
_Por supuesto. Tiene
peso, consistencia y calidad.
_¿Algo más todavía?
_Si; tiene el destino
que se le asigne. Puede ser pared de un templo donde las almas se mejoran;
muralla de cárcel donde el delincuente sufre castigos; habitación de hogar
donde la familia se reúne en paz y amor o viaducto gigantesco para llevar agua
a zonas desérticas.
_Has contestado bien.
Fíjate desde hoy en adelante en que, si una sola palabra ha podido darte tanto
material de observación y conocimiento; si por un simple ladrillo has recorrido
aspectos infinitos de la obra del hombre sobre la tierra desde el barro hasta
el átomo, ¿Qué no será si te detienes en las palabras que representan conceptos
abstractos, místicos o filosóficos?. La hermandad de las palabras en las ideas
del que las utiliza con fines rigurosamente honrados y útiles son como las
notas que parten de centenares de instrumentos de una orquesta. Todas son
distintas es cierto, pero llevan un solo fin de armonía.
Procura que ésta
acompañe inalterablemente tu pensamiento y tus palabras serán ladrillos
edificadores de belleza que es el premio que se le concede al que aprende a
respetarlas.
Rafael Rovira Vilella
Texto extraído de
página 1 de la revista “La escuela” Año 1, número 7, Corrientes, julio de 1971.
La revista del docente correntino.
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